Cuando hablo de moda sostenible tengo la sensación de que nadie lo entiende muy bien. Como si todo el mundo respondiese con un ceño fruncido mostrando confusión por unos motivos u otros. Recuerdo que hace unos años, cuando les dije a mis amigas del trabajo que acababa de integrarme en el equipo de Fashion Revolution, donde hacíamos campaña por una moda sostenible, las respuestas fueron diversas. Desde simples “ah…”, silencios, y caras de confusión, hasta una de ellas que me decía que ya compraba sostenible por comprar en comercio local (bien por ella, aunque no fuese exactamente lo que quería que hiciera como consumidora, ya era un paso). La respuesta más interesante fue la de mi amiga Vicky, que me preguntó:
El largo camino que aún nos queda
El largo camino que aún nos queda
El largo camino que aún nos queda
Cuando hablo de moda sostenible tengo la sensación de que nadie lo entiende muy bien. Como si todo el mundo respondiese con un ceño fruncido mostrando confusión por unos motivos u otros. Recuerdo que hace unos años, cuando les dije a mis amigas del trabajo que acababa de integrarme en el equipo de Fashion Revolution, donde hacíamos campaña por una moda sostenible, las respuestas fueron diversas. Desde simples “ah…”, silencios, y caras de confusión, hasta una de ellas que me decía que ya compraba sostenible por comprar en comercio local (bien por ella, aunque no fuese exactamente lo que quería que hiciera como consumidora, ya era un paso). La respuesta más interesante fue la de mi amiga Vicky, que me preguntó: